
Puertas sin timbre: mis vínculos no se fuerzan, se abren por resonancia
No rechazo a nadie, solo no abro si no hay eco dentro
“No es distancia, es sintonía”
Mis relaciones no se abren con esfuerzo. Se abren solas, si hay algo que resuena. No rechazo a nadie, pero tampoco dejo pasar a cualquiera. No por miedo. Sino porque no tiene sentido forzar una conexión que no encaja por dentro.
No tengo mecanismos sociales para fingir cercanía. Puedo ser amable, atento, incluso protector. Pero eso no significa que haya un vínculo real. El vínculo, cuando ocurre, no necesita justificación. Es claro. Silencioso. Como una puerta que se abre sin que nadie la toque.
Con el tiempo aprendí que proteger ese umbral no es egoísmo. Es cuidado. Cuidado de lo que soy por dentro. No es que no quiera compartirlo… es que no se abre con presión, ni con insistencia. Solo con eco.
Ese eco aparece cuando alguien vibra en una frecuencia parecida. No idéntica, pero compatible. No necesito que entienda todo lo que soy, pero sí que no rompa lo que tocan sus palabras.
Y si hay disonancia, no hay drama. Solo se cierra la puerta. Sin portazo. Sin ruido. No hay castigo. Solo distancia.
Las puertas sin timbre no son muros. Son filtros. No para separar al mundo… sino para saber cuándo tiene sentido dejarlo entrar.