
Cuando algo no encaja, no fuerzo la pieza: rediseño el puzzle
No cambio la forma, cambio el marco
Hay una forma de pensar que consiste en encajar piezas.
La gente recibe una estructura —un sistema, un método, una cultura— y se esfuerza por encontrarle su lugar.
Yo también empecé así.
Intentando encajar.
Pero había piezas que, por mucho que girara, limara o forzara, no encajaban.
Y si lo hacían, era a costa de romper algo.
Durante años pensé que el fallo era mío.
Que no entendía bien las reglas.
Que me faltaba paciencia, formación o carácter.
Hasta que un día dejé de intentarlo y me pregunté:
¿y si el puzzle está mal diseñado?
Desde entonces cambié de enfoque.
Cuando algo no encaja, no lo fuerzo.
Detengo el juego. Me alejo. Observo el conjunto.
Y si es necesario, rediseño el marco.
No para salirme de todo, sino para darle espacio a lo que sí tiene sentido.
No tengo miedo a empezar de cero si lo que construía no era habitable.
Hay sistemas que solo se sostienen si ignoras tu incomodidad.
Relaciones que solo funcionan si haces como que no ves.
Métodos que solo sirven si renuncias a pensar.
Yo no quiero encajar así.
Prefiero desmontar y volver a mirar las piezas una por una.
Preguntarme qué aporta cada una. Qué sobra. Qué falta.
Y si hace falta, inventar piezas nuevas.
No me interesa completar un puzzle si al final la imagen no soy yo.
No quiero terminar algo que, al mirarlo, no reconozca.
Porque prefiero cambiar las reglas antes que traicionarme a mí mismo.