
Pensar como cifrar: patrones modulares encriptados
Algunos sistemas antiguos no escondían secretos: escondían estructuras
Algunos métodos de cifrado no querían esconder lo importante: querían enseñarlo en otro orden.
No estaba buscando nada en concreto. Solo observaba cómo funcionaban algunos sistemas de cifrado antiguos —César, transposición, capas combinadas— y empecé a ver otra cosa: no códigos, sino estructuras. No trucos, sino formas de pensar.
Me di cuenta de que todos esos métodos compartían algo: eran modulares. Como si en lugar de esconder mensajes, me estuvieran mostrando cómo se construye un pensamiento.
La sustitución, por ejemplo, no cambia lo que eres. Solo cambia cómo te muestras. Una letra por otra. Una forma por otra. Pero el patrón, la lógica interna, sigue ahí. Eso me suena.
La transposición me recordó a lo que hago cuando reorganizo ideas sin cambiarlas. Solo muevo las piezas. Cambia la forma, no el contenido. El sentido aparece al final, como un eco bien ensamblado.
Y luego están las capas. Cifrar sobre cifrar. Como cuando una idea se sostiene porque otra la envuelve, y otra más la afina, y juntas hacen algo que antes no existía. Eso también lo conozco. Es el lenguaje del ensamblaje.
No me interesa el cifrado como defensa. Me interesa como mapa. Cada sistema de estos lleva dentro una manera de ordenar. Una forma de procesar. Y cuando los observo así, no como ingeniero, sino como símbolo, me doy cuenta de que están hablando mi idioma.
Quizás por eso no necesito justificarlo más: porque ya lo entiendo desde dentro.
Pensar también es cifrar. Y a veces, para descifrar lo que pienso, tengo que ver las piezas desde fuera.