
Cocinarme por dentro: cómo el silencio me ordena
Mi mente no se apaga cuando me callo, se enciende sin ruido
“No es pausa, es fuego lento”
Cuando cocino, no solo preparo comida. Me preparo a mí. Mientras corto en silencio o remuevo una salsa, mi mente se recoloca sola. No la dirijo. Solo dejo que funcione. Como un horno lento que no necesita explicaciones.
Desde fuera parece que no hago nada. Pero dentro, algo se ajusta. El caos que no entendía empieza a tener forma. No porque lo piense, sino porque el silencio lo deja asentarse.
Me ocurre también cuando juego con mi hijo, o escucho música mientras recojo la cocina. Son momentos simples, sin meta. Pero ahí es donde aparecen las soluciones, las frases exactas, las ideas completas. No cuando las busco. Sino cuando dejo de empujarlas.
Por eso necesito estos espacios. No son descanso, son trabajo profundo sin ruido. Si alguien interrumpe, se corta el proceso. No porque me moleste… sino porque ese horno interior se enfría de golpe.
Mi mente se ordena cuando no la miro. Y si la dejo a su ritmo, siempre vuelve con algo más claro que antes.