
No me verás defender mis ideas, las verás funcionando
Si algo se sostiene en el mundo, no necesita aplausos
“Si funciona, no hace falta defenderlo”
A veces me preguntan por qué no reacciono.
Por qué no rebato cuando alguien contradice algo que digo, o por qué me quedo en silencio mientras otros levantan la voz, como si necesitara defender mi posición.
La respuesta es sencilla, pero no inmediata: no necesito defender lo que ya sé que funciona. Y si aún no lo hace, defenderlo tampoco lo hará real.
Desde pequeño, cuando algo no encajaba, me quedaba en silencio. No por timidez, sino porque mi cabeza no estaba ahí. Estaba reconstruyendo lo que acababa de escuchar, como si las palabras de otros fueran piezas que intentaba encajar en un sistema más grande.
Me ha pasado en cenas de trabajo, en discusiones técnicas, incluso en conversaciones familiares. A veces alguien se lanza a desmentirme con tanta seguridad que casi me convence… hasta que mi mente, horas o días después, pone todo en orden. Y entonces es obvio. Tan obvio que ya no hace falta decir nada.
Una vez, en una reunión, propuse una solución para automatizar una tarea repetitiva. Silencio. Alguna sonrisa educada. Luego alguien dijo: “Eso no tiene sentido, es más lento.” Yo asentí. Dos semanas más tarde, esa persona propuso la misma idea —con otro nombre, claro— y todos lo celebraron. Y yo… sonreí también.
No porque me importara el reconocimiento, sino porque sabía que funcionaría. Lo único que no tenía era el momento adecuado. Y yo tengo paciencia para los momentos.
No me interesa “ganar” una discusión. Porque ganar algo que aún no se ha entendido no es una victoria. Es una pérdida de tiempo.
Prefiero plantar una idea y dejarla ahí. Si está viva, crecerá sola. Y si no… es que no era momento de crecer.
Esto no significa que siempre tenga razón. Ni que sea superior. Solo significa que he aprendido a confiar en el tiempo. En mi propio ritmo. En esa especie de silencio operativo que ocurre cuando me quedo callado y todo el mundo cree que he cedido. Y lo que estoy haciendo, en realidad, es mirar cómo se mueve el sistema.
Con los años, he descubierto que defender una idea es muchas veces una forma de debilitarla. Como si al tocarla demasiado, perdiera solidez. En cambio, cuando la dejo en paz, cuando no la empujo… se convierte en algo que simplemente ocurre.
Y cuando ocurre, ya no soy yo quien la dijo. Es solo lo evidente.